jueves, noviembre 10, 2011

Recuerdos del Ayer, Isao Takahata, Ghibli


Omohide poro poro (1992), otra de Isao Takahata, y otra vez haciendo anime para adultos (no, no me refiero a porno). Dentro de lo que es Ghibli, se agradece y es muy interesante, no sólo por el público objetivo, que ya no son niños, también por la intención de hacer Gran Cine con animación, algo que desde luego consiguió con La Tumba de las Luciérnagas, pero que no se ha vuelto a intentar desde esta película, aunque habrá que ver la última cuando llegue a España.

Taeko es una joven urbanita que de pequeña soñaba con vivir en el campo, algo que la marcó profundamente, y que la empuja a ir en verano a ayudar a sus cuñados con la cosecha en el pueblo. Su estancia allí va evocando recuerdos de infancia, del colegio, de su primer amor, de su familia y de sí misma. Son recuerdos nostálgicos, de una vida que no fué especialmente feliz, pero que estaba llena y tenía sentido. Nada que ver con la rutina, la oficina o la soledad de los veintimuchos-treintaypocos.


Allí conoce a Toshio, un joven agricultor que también ayuda a su familia, de espíritu positivo y optimista. Entre los dos hay una atracción callada y respetuosa, alimentada conforme pasan los días (el roce hace el cariño). La belleza del campo, Toshio, el trabajo sencillo y fatigoso, la buena comida, llevan a Taeko a preguntarse sobre su vida, su pasado y su futuro. A veces las cosas vienen de manera tan simple y natural que nos dan miedo, nos da miedo ser felices, entregarnos a nuestros sueños. Parece que nos enseñen a reprimir la felicidad desde pequeños.



En realidad la magia de la película reside en lo sencillo y natural del argumento, una vida normal en Japón en un escenario normal y situaciones cotidianas, y aún así consigue encantar e hilar un argumento interesante y hermoso, alrededor de una situación vital universal, que se da en todas las culturas.

Técnicamente la película está al más alto nivel de Ghibli, hay paisajes increíbles, casi fotográficos. Tanto los personajes, como los escenarios, como la propia trama son muy naturales. Ya no se idealiza a la protagonista, que tiene unos pómulos que la hacen envejecer cuando sonríe, ni a Toshio, que tiene una forma de hablar peculiar. La belleza de la escenografía está en la sencillez, en un coche parado en un camino de tierra, de noche, lloviendo a mares. Vagones de tren, campos de cultivo, estaciones de pueblo.


Lo único que se hace desconcertante al principio es el ritmo al que se intercalan recuerdos con el tiempo actual. Al principio muy a menudo, más tarde hay un buen rato en el que casi desaparecen y hacia el final vuelven a aparecer con fuerza. No acabo de entender la intención de ese ritmo, aunque es probable que tenga sentido, da la sensación de ser un poco inconexo.


En cualquier caso, no es sentimentaloide, pero sí nostálgica y muy de Takahata. No es una película para niños, ni siquiera para adolescentes, y si la hubiera visto hace cinco años tampoco la habría acabado de entender. Es una película por lo menos para adultos jovenes y será por la edad y la situación de Taeko, que son más o menos la mía, pero a mi me ha encantado :D.