viernes, noviembre 04, 2011

Susurros del corazón - Yoshifumi Kondo, Ghibli


Ayer me puse otra de las costumbristas de Ghibli, pero dirigida por el que iba a ser sucesor de Takahata y Miyazaki, si no hubiera muerto de un aneurisma poco después de acabar la película, parece que por estrés.

La película se estrenó en Japón en 1995, con guión de Hayao Miyazaki, y era la primera gran prueba de Kondo como director.

Shizuku es una chica que dedica muchísimo tiempo a las novelas, prácticamente vive en la biblioteca en la que trabaja su padre. Es poco social, pero sin problemas para hacer amigos o decir lo que piensa. Es una soñadora ingénua, capaz de hablar e ir tras un gato o enamorarse de una tienda de antigüedades. Al principio no entendía por qué hablaba tanto sola, y me parecía un recurso fácil de guión, pero a medida que avanza la película uno se da cuenta de que forma parte de esa personalidad que vive en un mundo aparte.


Aunque no tengo claro en qué ciudad se desarrolla la historia, a través de los ojos de Shizuku parece un lugar fantástico, lleno de rincones mágicos, incluso una escalera de hormigón o el terrado del colegio pueden tener su encanto, su belleza, a través de sus ojos.

A medida que va apareciendo Seiji, la película puede parecer bastante convencional, con una historia de amor romántico ñoño donde la protagonista es la chica. La principal diferencia que veo con la mayoría de dramas románticos occidentales es la cultura del esfuerzo. Aquí en occidente, el protaqgonista suele ser estúpido, no tiene nada que ofrecer, hasta la redención final, que consiste básicamente en dejar de ser estúpido, al menos un rato. Aquí se esfuerzan tanto Seiji, por llevar adelante su sueño vital, como Shizuku, para estar a la altura y sentirse legitimada para estar con él. Nada que ver con lo perretes que son nuestros "chicos y chicas", con alguna excepción en el cine más serio, que hay. Lo curioso es que esto sea lo "pop" en Japón.
Que son dos personajes admirables, vaya. Algo que me encanta y que se expresa muy bien cuando Shizuku se duerme en su escritorio, escribiendo hasta derrumbarse. Esto es amor como yo lo entiendo, amarse a si misma, perseguir su propia meta, para estar a la altura de las personas a las que admira.


Al final la película se convierte en un cuento de hadas, adaptado a la realidad, sin más magia que la que uno cree ver y, sobre todo, como debería de ser, con los dos enamorados peleando por dar lo mejor de si mismos, a sí mismos, al otro y al mundo. Ojalá nos educaran así en España.