martes, febrero 28, 2012

GTO (Great Teacher Onizuka)


Para lo capullo, pervertido y macarra que es su protagonista, GTO es una serie bastante conservadora. Deliciosamente conservadora, diría uno. No hay capítulo que no incorpore moralina al final. Y para más Inri, cada capítulo está subtitulado "lesson n", donde n€N del 1 al 43. Pero no son lecciones de mierda, a la manera yanki, entre superficiales y sórdidas. Tampoco son pretenciosas. Son emotivas, simples y naturales, como una patada en los huevos.

Viendo esta serie, no me extraña que Japón sea uno de los paises más civilizados del mundo. Comparando con lo que les ponen en la tele a los chavales japoneses, me extraña que en España tengamos carreteras, hospitales y todo eso. Aunque la mitad de lo que vimos de enanos también era anime. Eso será. Me alegro de que en algún momento hubiera alguien con cerebro en las TVs autonómicas.


Por si alguien no la ha visto, no estoy hablando de una serie sobre colegios de curas. Sí es un colegio, bueno, un instituto. Se centra en una clase, la mayor colección de hijos de puta adolescentes que uno se pueda imaginar, y de su profesor, Onizuka, una especie de antecedente de Barney Stinson, pero más macho (y virgen), que les va haciendo recuperar la fe en la educación a base de lecciones magistrales, que van desde el sadomasoquismo soft hasta los intentos de asesinato/suicidio.

Lo curioso de todo esto es que Onizuka, además de capullo, pervertido y macarra, es una especie de padrazo ultraexperimentado (y karateka) de 22 años, infantil como él solo, y anarquista. Y aquí es donde se me rompe el esquema. El tío se dedica a pasar de los temarios y a dar lecciones vitales magistrales, cambiando las vidas de sus alumnos capítulo a capítulo. Poco a poco, una clase de bestias resentidas se convierte en un grupete de amigos que disfrutan de su juventud, y que aprenden a aceptarse, a ser tolerantes, a cuidar al prójimo, etc. El mensaje está claro, y en esto la serie deja atrás a fachas, progres y hermanas de la caridad: la educación secundaria, el instituto, no es un preparatorio para la universidad. Dejémonos de sueños húmedos paternalistas: no todo el mundo va a ir a la universidad, ni es lo mejor para sus vidas, ni van a ser felices intentándolo. Cuando nos demos cuenta de eso, la sociedad podrá mejorar, y la educación en la adolescencia será lo que tiene que ser: preparación para la vida adulta y, quien quiera, para la universidad. Tal como va enseñando Onizuke-sensei en sus sagradas escrituras, el instituto es lugar para hacer amigos, conocerse a uno mismo, descubrir nuestros talentos y disfrutar de la mejor época de nuestras vidas. Todo lo demás es mierda.


Técnicamente, que no tengo ni puta idea, hay que reconocer que la adaptación del mangaka, al que también he echado un vistazo, es bastante buena. Y es una lástima, porque la animación de las cabeceras, especialmente de la primera temporada, es brutal, y si toda la serie hubiera sido así estaríamos delante de un obrón de esos que forran al autor. Pero bueno, quisieron ser fieles. Mojigatos. Frígidos. Vale, vale, un respeto.



Se pone uno nostálgico cuando escribe de estas cosas. Me quedan unos cuantos capítulos pero necesitaba soltar todo esto, que luego me olvido y no sé que escribir. A las buenas noches.